Un roast a Miguel Alejandro Ramos Lorenzo Alei es un chico humilde… Me corrijo: Alei es chico (mide unos cinco pies flat ) y humilde. Lo único grande que tiene, además de la deuda con Sallie Mae , es algo que no puede andar mostrándole a todo el mundo, por más que él se sienta orgulloso de eso que le llega vía herencia africana. Me refiero, por supuesto, a su amor por la música y la rumba. Se llama Alejandro, pero muchos lo recuerdan por su tocayo y padre: Miguel Ramos, al que se le parece bastante en algunas de las grandezas mencionadas. Don Miguel lo trata con respeto, porque Alei ya no es un pequeñín. De hecho, Alei tiene de joven lo que tiene de cagüeño: el origen lejano, pues allá para el último cuarto del siglo XX nació en la Ciudad Criolla, un bonito día de primavera. Vivió en una casa llena de libros y revistas (la Biblia, el Atlas Mundial, las colecciones de revistas Time y Luz) hasta los doce años. A esa edad, sus padres lo llevaron al bosque para que prac...
El 1 de enero de 1924 nació justo en la frontera entre la calurosa ciudad señorial de Ponce y el fr í o municipio de Adjuntas un hombre que llevaría precisamente la templanza como actitud constante ante las circunstancias diversas de la vida, José Antonio Torres Pérez. Estudiante, joven soldado, trabajador social, luego empresario diletante y siempre un egregio director escolar, Míster Torres — como mayoritariamente le llaman los adjunte ñ os —, pasó toda su corta pero intensa juventud entre las sombras y claros de la carretera 123, que él caminaba cinco veces a la semana, de la casa a la escuela y viceversa, con el entusiasmo de un atleta y la sabiduría de un pequeño sabio. Su lugar favorito era esa escuela. Allí, lo mismo que en el barrio Guaraguao donde se crio, le llamaban Toñito. Entre amigos, maestras y libros, cimentó su educación en conocimientos que aún le sirven de guía, pues no estuvieron nunca dirigidos a la simple acumulación de datos, sino a la aplicación direct...