De pronto Coca Cola se volvió detestable, a pesar de lo bien que combinaba con el hielo y la sed. El jugo de limón no pudo desbancarla nunca, pero sí las recientísimas preocupaciones vegetarianas por la óptima salud de nuestros cuerpos. ¿Quién que toma La Gaseosa puede acceder a ese club? Así pues, resulta que la felicidad está en el comer bien. Solo que el colérico entusiasmo del steak asado no forma parte de esa fórmula, ni el excesivo placer del arroz chino, ni siquiera el tierno pan del hambre humilde. Mientras más costoso y difícil de procesar el ingrediente, mejor. Vea usted: aceite de coco, porque olvídese desde ya del aceite de maíz (de toda la vida) para el pollo frito, y del aceite vegetal para los nuggets. Sigamos: leche de almendra, ya que la de los becerritos queda para siempre entre ellos, y en fin: quinua, pues el arroz maternal que alimentó nuestros músculos adolescente suele inflar el estómago, por más que nuestros planos vientres (en las fotos) se empeñen en
Vigilia callada bajo sueño apalabrado.