Pídele a ver a San Judas Teleo, el santo de las clases difíciles, para que te dé una manita con los temas de cada lección. Para este Santo no hay malos maestros, pero debes de asegurarte que lo que enseñas es para el bienestar, más que tuyo, de tus estudiantes. Busca un salón tranquilo donde puedas leer tú solo unos cuantos poemas y ponerte en comunicación con tu dimensión espiritual. Palabra sagrada: Educar Números de la suerte: 11, 16, 76
Comencemos por el trago amargo de los prejuicios que la mayoría de los ciudadanos contemporáneos (escindidos entre una fe de oídas y un racionalismo hecho de ojeadas al noticiero) posee respecto al símbolo. Las asociaciones negativas, connotaciones o prejuicios que encontramos diariamente en menoscabo del símbolo me parece que en principio se reducen a los siguientes tres, a saber: 1. “Toda metáfora es un símbolo” (o viceversa); 2. “Toda obra simboliza --o metaforiza—algo”; 3. Finalmente (y a contrapelo de los dos primeros): “Nunca el símbolo es el resultado intencional del autor”. La confusión entre metáfora y símbolo ocurre tanto dentro como fuera del ámbito literario, aun cuando para la mayoría de las personas (o, si se quiere: para la mayoría de los “no lectores”), lo metafórico equivale decididamente a lo no literal. Aun así, nadie suele llamar metafórico a un acto como el de vestirse con túnica y birrete de cartón para proclamar públicamente que ha completado una s