Amigos: ¡ayer rendí mi planilla! Era el último día para rendirla, ¿y qué? Esperé cuatro horas en la fila, para rendirla, ¿y qué? La verdad, la verdad, tenía ganas de no rendir un cara** ¡CON LA PROMESA QUE HABÍA HECHO LUIS FORTUÑO! ¿Quién rayetes hubiese pensado que había que rendir alguna cosa? Eso fue lo primero que dijo en su campaña (8 meses antes de ganar): “Si el dinero está en las manos de la gente, está mejor asegurado que aun en las propias mías.” Y tras peinarse con las manos la pollina: “Nadie que gane menos de 20 mil dólares va a tener que rendir planilla.”
A mí no me ******na la ingenuidad de esas mentiras. ¡Lo que me enfurece es la gente que rindió ayer como si nada! Nadie habló sobre el Gobernador en la fila. Y sin embargo: qué bonito boicot, digno de historia, hubiese sido que ayer todos los contribuyentes pela’os, como el que suscribe, se hubiesen simplemente reunido frente al Departamento de Hacienda, no a gritar ni a quemar gomas, sino a preguntarle al Sr. Puig por qué se rompió con lo acordado. Sí, lo que pasó el 4 de noviembre fue un acuerdo: la gente corrió en tropel a las escuelas, emitió su voto ferviente y…
No. No es cierto… no fue un acuerdo lo del triunfo de Fortuño: ¡fue un milagro! ¡Una persona sin ideas ni temple comenzó a regir nuestros destinos! ¡Un abogadito rico venció el noble corazón de un abnegado economista! ¡Milagro!
Como nadie votó por la ideíta de no rendir nada si uno es pobre, bueno pues nadie se acordó ayer de que de eso se trataba (haya votado uno por el Gobe o no). Y cada vez se trata menos de eso, una vez se acerque el famoso “reintegro” que a muchos de nosotros nos va llegar. Cuando lo tenga en las manos, se me va a olvidar hasta el nombre del presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Representantes. Y aunque no me va a dar para nada ni se va a quedar en mis manos por más de un día, con una atolondrada sonrisa bajo mi larga nariz, voy a mirarle sus cifras y decirme mentalmente: “¡Este cheque es para mí!”
Apostilla: A mi querido amigo, el inigualable ***** Acevedo no le devolvieron nada, ¡sino que tuvo que pagar cuatro pesos de contribución!
A mí no me ******na la ingenuidad de esas mentiras. ¡Lo que me enfurece es la gente que rindió ayer como si nada! Nadie habló sobre el Gobernador en la fila. Y sin embargo: qué bonito boicot, digno de historia, hubiese sido que ayer todos los contribuyentes pela’os, como el que suscribe, se hubiesen simplemente reunido frente al Departamento de Hacienda, no a gritar ni a quemar gomas, sino a preguntarle al Sr. Puig por qué se rompió con lo acordado. Sí, lo que pasó el 4 de noviembre fue un acuerdo: la gente corrió en tropel a las escuelas, emitió su voto ferviente y…
No. No es cierto… no fue un acuerdo lo del triunfo de Fortuño: ¡fue un milagro! ¡Una persona sin ideas ni temple comenzó a regir nuestros destinos! ¡Un abogadito rico venció el noble corazón de un abnegado economista! ¡Milagro!
Como nadie votó por la ideíta de no rendir nada si uno es pobre, bueno pues nadie se acordó ayer de que de eso se trataba (haya votado uno por el Gobe o no). Y cada vez se trata menos de eso, una vez se acerque el famoso “reintegro” que a muchos de nosotros nos va llegar. Cuando lo tenga en las manos, se me va a olvidar hasta el nombre del presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Representantes. Y aunque no me va a dar para nada ni se va a quedar en mis manos por más de un día, con una atolondrada sonrisa bajo mi larga nariz, voy a mirarle sus cifras y decirme mentalmente: “¡Este cheque es para mí!”
Apostilla: A mi querido amigo, el inigualable ***** Acevedo no le devolvieron nada, ¡sino que tuvo que pagar cuatro pesos de contribución!
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