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20 poemas a Molina

#1
La poesía llega al poeta como la droga al doctor y la tuerca a los mecánicos. Y el Mundo a los dioses que dicen y crean. La poesía no anda hurgando  en los hangares, pero creen en los salvamentos  del stainless steel.

#2
Hablemos, pues, Molina, sin problemas. Tú un mecánico, yo un seguidor de mis pasos. ¿La Toyota?
¿Qué va a saber la Toyota de tu afán y tu placer bajo al motor? A lo sumo, Dios. Que no tiene que ir husmeando entre herramientas. ¿Qué va a hacer Dios el día entero, hurgando entre engranajes en tu taller?

#3
Confiésalo, Molina: estamos solos. Dios no te va a preguntar cuánto hace que no lees una línea.
Yo sí. Pero tú  me dijiste primero:
“Poesía es igual a mentir.”

#4
Voy a engrasarme las manos. Sin embargo, no fui yo quien ya sudó en el vientre de su madre. Pobre de ella: ni siquiera la sal  pudo prever.

#5
Yo conozco a tu mamá, es como todas. Se atribuyen la autoría de una carne  que lactan en soledad.

#6
Te conozco, Molina, a pesar de lo que digan  tus empleados. Si viajo a Naguabo, o a Caguas, no lo hago  por consagrarte los frenos. Cuando te pagué aquella vez, no escribiste ningún verso en la factura y manchaste mi recibo con hollín.

#7
Preguntas, Dios,  de qué me quejo. De engrasar, como Molina, mis palabras.
Que se limpie de una vez esa camisa. Si lo veo, voy a contarle una vez más,  del agua imperiosa de aquella tarde en que ya no nadaríamos  junto a Noé.

#8
Piénsalo, Molina: si yo he escrito un anatema  estando sobrio, cómo no voy a atreverme a acostarme junto a tu hombro,  bajo el carro.

#9
¿Piensas replicarme lo sincero? Ni que fueras marinero. Un dulce tentáculo. Eso deberías llevarle  a tu mujer. No un pistón.

#10
Ya sé que no puedes leer  mientras mides el aceite. Pero cuelga este poemario en la pared porque dice bien de ti, mofletero.

#11
Dios, por cierto, ayer vi a Marcos. Me dijo, tú lo sabes, que aún cree en ti. Yo le dije: “Bueno,  pero brazos no tiene. Además, la gruesa grasa la inventamos hace poco.” Marcos me abofeteó de inmediato, sin dedos, ni manos, ni hiel. 

#12
¿Y la vez que dije: “Ven”? Viniste,  me aplastaste, cesé, y cesaste por completo  tú también. Firmé con mis costillas un acuse: “Tornillo en los andamios del Señor.”

#13
Nadie, mientras lee,  cosecha el mal. Ni siquiera cuando lee el satanario.

#14
Molina,  yo puedo leer saltando un risco. ¿Cómo es que ahora vienes  a decirme  que si el tiempo, que si el freno, o si las cosas? Si yo mismo te encontré  aquel domingo, cantando  bajo la güincha de Raquel. Yo me juego el matrimonio por hablarte; y tú, como habitando en Orión. Uno de los dos tima al otro. Lo justo sería que me dieras cuatro gomas a cambio de un “gracias” honesto o en verso mayor.

#15
Yo no creo en Dios, porque creo. Yo amo una mujer animal. Adentro una raíz, afuera el viento. De noche una señal, de día, el tiento. (Ahora inténtalo tú, Molina.)

#16
Mujer que caza mi aire, sangre femenina, borro la idea y grazno para ti. Educo mi cuerpo ancestral.

#17
Déjame en paz, tuércologo. Si no te gusta leer,  pues arréglatelas con el líster. Cóbrame ya. La próxima vez, me hollino solo. Entre tanto ruido, no se puede hablar aquí de poesía. Búscate otro cliente, búscate otro poeta, búscate otra mujer,  Molina. Yo a la tuya  no le digo ni “amapola”. Acaso el bíceps  con que agarra  las bandejas sea más decoroso  que el tuyo. Pero ambos tienen la voz de convencidos que ya le escuché a mi madre. La lenta, la adormecida. No me manches el recibo nuevamente. La próxima vez  llego andando, a traerte  en vez de un bumper, un álbum de fotos vacío. Toma, te regalo una palabra: “astroblema”. La puedes usar para hablar de la Luna o de mí. Yo no tengo la culpa de que rime con “problema”. Más provoca cómo suena: a marca de auto o lema. A invención de un cursi  sema. A roca que rompe el tema. (Acaso, Molina,  el lenguaje nos tima a los dos.)

#18
Entre nosotros todo acabará en unas horas: cuando corras las uniones  de este caldan y retires la polea que nos unía. ¡Ay, Molina! ¡Haber estudiado juntos  aviación! 

#19
Porque leí  no soy de los que regresan. Sino aquel que acurruca la palabra: verbo nupcial, anillo  hecho de grito forjado, vocal para la nada exuberante y triunfal.

Consejos a Molina y despedida
No aprietes la tuerca en vano. Reza con cuidado. Lee el Manual de Instrucciones con las manos limpias. Sal a las tres. Trae a tu hijo (uno de ellos) a las afueras del taller. Dile que no existen las aceras. Tima sin engañar. Ama sin culpa. Decide entre mar y taller. A alguien con el corazón lastimado le sobra el caldan. Háblale al poeta.  Perdónalo por haberte dicho “sacatuercas”. Viaja a la constelación de Orión. Y cuélgalo, Molina: si no vas a leer este poemario, sé cortés y, al menos, ¡Cuélgalo aquí en la pared! 

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