#1
La poesía llega al poeta como la droga al doctor y la
tuerca a los mecánicos. Y el Mundo a los dioses que dicen y crean. La poesía no
anda hurgando en los hangares, pero
creen en los salvamentos del stainless steel.
#2
Hablemos, pues, Molina, sin problemas. Tú un mecánico, yo un seguidor de mis pasos. ¿La
Toyota?
¿Qué va a saber la Toyota de tu afán y tu
placer bajo al motor? A lo sumo, Dios. Que
no tiene que ir husmeando entre
herramientas. ¿Qué va a hacer Dios el día entero, hurgando entre engranajes en
tu taller?
#3
Confiésalo, Molina: estamos solos. Dios no te va a
preguntar cuánto hace que no lees una línea.
Yo sí. Pero tú
me dijiste primero:
“Poesía es igual a mentir.”
#4
Voy a engrasarme las manos. Sin embargo, no fui yo
quien ya sudó en el vientre de su madre. Pobre de ella: ni siquiera la sal pudo prever.
#5
Yo conozco a tu mamá, es como todas. Se atribuyen la
autoría de una carne que lactan en
soledad.
#6
Te conozco, Molina, a pesar de lo que digan tus empleados. Si viajo a Naguabo, o a
Caguas, no lo hago por consagrarte los
frenos. Cuando te pagué aquella vez, no escribiste ningún verso en la factura y
manchaste mi recibo con hollín.
#7
Preguntas, Dios,
de qué me quejo. De engrasar, como Molina, mis palabras.
Que se limpie de una vez esa camisa. Si lo veo, voy a
contarle una vez más, del agua imperiosa
de aquella tarde en que ya no nadaríamos
junto a Noé.
#8
Piénsalo, Molina: si yo he escrito un anatema estando sobrio, cómo no voy a atreverme a
acostarme junto a tu hombro, bajo el
carro.
#9
¿Piensas replicarme lo sincero? Ni que fueras
marinero. Un dulce tentáculo. Eso deberías llevarle a tu mujer. No un pistón.
#10
Ya sé que no puedes leer mientras mides el aceite. Pero cuelga este
poemario en la pared porque dice bien de ti, mofletero.
#11
Dios, por cierto, ayer vi a Marcos. Me dijo, tú lo
sabes, que aún cree en ti. Yo le dije: “Bueno,
pero brazos no tiene. Además, la gruesa grasa la inventamos hace poco.” Marcos
me abofeteó de inmediato, sin dedos, ni manos, ni hiel.
#12
¿Y la vez que dije: “Ven”? Viniste, me aplastaste, cesé, y cesaste por
completo tú también. Firmé con mis
costillas un acuse: “Tornillo en los andamios del Señor.”
#13
Nadie, mientras lee,
cosecha el mal. Ni siquiera cuando lee el satanario.
#14
Molina, yo
puedo leer saltando un risco. ¿Cómo es que ahora vienes a decirme
que si el tiempo, que si el freno, o si las cosas? Si yo mismo te
encontré aquel domingo, cantando bajo la güincha de Raquel. Yo me juego el
matrimonio por hablarte; y tú, como habitando en Orión. Uno de los dos tima al
otro. Lo justo sería que me dieras cuatro gomas a cambio de un “gracias”
honesto o en verso mayor.
#15
Yo no creo en Dios, porque creo. Yo amo una mujer
animal. Adentro una raíz, afuera el viento. De noche una señal, de día, el
tiento. (Ahora inténtalo tú, Molina.)
#16
Mujer que caza mi aire, sangre femenina, borro la idea
y grazno para ti. Educo mi cuerpo ancestral.
#17
Déjame en paz, tuércologo. Si no te gusta leer, pues arréglatelas con el líster. Cóbrame ya. La
próxima vez, me hollino solo. Entre tanto ruido, no se puede hablar aquí de
poesía. Búscate otro cliente, búscate otro poeta, búscate otra mujer, Molina. Yo a la tuya no le digo ni “amapola”. Acaso el bíceps con que agarra las bandejas sea más decoroso que el tuyo. Pero ambos tienen la voz de
convencidos que ya le escuché a mi madre. La lenta, la adormecida. No me
manches el recibo nuevamente. La próxima vez
llego andando, a traerte en vez
de un bumper, un álbum de fotos vacío.
Toma, te regalo una palabra: “astroblema”. La puedes usar para hablar de la
Luna o de mí. Yo no tengo la culpa de que rime con “problema”. Más provoca cómo
suena: a marca de auto o lema. A invención de un cursi sema. A roca que rompe el tema. (Acaso,
Molina, el lenguaje nos tima a los dos.)
#18
Entre nosotros todo acabará en unas horas: cuando
corras las uniones de este caldan y
retires la polea que nos unía. ¡Ay, Molina! ¡Haber estudiado juntos aviación!
#19
Porque leí
no soy de los que regresan. Sino aquel que acurruca la palabra: verbo
nupcial, anillo hecho de grito forjado,
vocal para la nada exuberante y triunfal.
Consejos a Molina y despedida
No aprietes la tuerca en vano. Reza con cuidado. Lee
el Manual de Instrucciones con las manos limpias. Sal a las tres. Trae a tu
hijo (uno de ellos) a las afueras del taller. Dile que no existen las aceras. Tima
sin engañar. Ama sin culpa. Decide entre mar y taller. A alguien con el corazón
lastimado le sobra el caldan. Háblale al poeta.
Perdónalo por haberte dicho “sacatuercas”. Viaja a la constelación de
Orión. Y cuélgalo, Molina: si no vas a leer este poemario, sé cortés y, al
menos, ¡Cuélgalo aquí en la pared!
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