La Rectora del recinto de Río Piedras de la UPR fue agredida física y verbalmente ayer por estudiantes. Por estudiantes que abogan por el diálogo. Por los mismos estudiantes que (se diría) llevan una vida de lucha paralela al día a día sosegado que desde hace unas semanas transcurre en la Universidad.
Es una contundente vergüenza para mí ser parte de ese estudiantado, si van a comportarse como ayer lo hicieron. Hay que repudiar los acontecimientos recientes de esta huelga, sobre todo, por el férreo punto de vista de sus dirigentes, evidenciado en expresiones como las que hizo Waldemiro Vélez ayer mismo, en una emisora AM, respaldando lo que aconteció en la Escuela de Arquitectura donde fue agredida la Sra. Guadalupe.
Próximamente los estudiantes harán otra asamblea. ¿Para qué? ¿Para acabar la huelga, ya que no tuvieron el apoyo debido? Ha sido una huelga perdida desde el inicio, ya por la intransigencia administrativa, ya por la falta de creatividad estratégica del liderato estudiantil. La próxima asamblea lo que hará es formalizar una derrota. Y esa derrota se ha debido también a las propias premisas en que se fundamenta la lucha de los estudiantes: ¿por qué no identificaron a aquellos que se les hacía imposible el pago de la cuota? ¿por qué a esos no les dieron rostro y voz? No debemos olvidar que la UPR rebosa de carros y estudiantes cuando abre sus portones. Esa minoría que no goza del privilegio (y derecho) de estudiar ahí, ¿qué obstáculos enfrenta?
Mi desahogo proviene de este hecho: anoche, tras conocerse el veredicto de culpabilidad contra Héctor Martínez, varios manifestantes religiosos que organizaron un círculo de oración a las afueras del Tribunal Federal, agredieron a los reporteros que intentaban obtener unas reacciones por parte del Senador. Religiosos agrediendo a periodistas. ¡Religiosos y estudiantes agrediendo! ¿Qué prohibirle, pues, a los que nada predican? (No olvidemos que la Universidad es "espejo" del país.)
No solo urge una disculpa pública del CRE, sino un cambio en sus estrategias combativas y una reformulación profunda de sus premisas. De lo contrario, acaso cuando todos al fin nos graduemos de una universidad venida a menos, tal vez podremos desde nuevas y más sólidas trincheras resolver estos problemas.
Y mientras, leer a Paz.
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