El deporte del surf, a pesar de su fama, cuenta con una historia sorprendentemente joven, si consideramos el hecho de que olas ha habido, al menos desde los albores de nuestra humanidad. El mar es tan antiguo como nuestra especie, pero nuestra interrelación con las olas, nuestra domesticación de las mismas, es aparentemente bastante reciente —incluso cuando la cifra histórica que registra esa relación cuente con un par de centurias a su favor.
Las artesanías preincaicas de ciertas regiones costeras del Perú
ilustran la manera en que los antiguos nativos de esas zonas practicaban
grupalmente el desplazamiento sobre las olas, esto es, el surf (se pronuncia
“serf” en algunas regiones de Latinoamérica, donde se intenta imitar
directamente su fonología original, en inglés). Posteriormente, el célebre
expedicionario británico James Cook registraría la manera en que los hawaianos relacionaban
el deporte del surf con sus ritos sagrados, de manera tal que cuando un
individuo pretendía deslizarse por una ola, generalmente gigantesca, primero
hacia una reflexión espiritual sobre su vida, ya que estaban conscientes de que
podían morir ahogados, si es que llegaban a caerse de una de esas monumentales
columnas de agua salada.
En realidad, siempre que la
naturaleza se manifiesta con su fuerza ante nosotros —sea como la erupción de
un volcán, la rabia de un terremoto o la furia de una ola descomunal—
reconocemos el inmenso poder que ella posee, así como la enorme fragilidad de
la que estamos hechos.
Hoy día, los miles de surfistas que practican este deporte, no dejan de asombrarnos por la gran valentía que muestran al enfrentarse a marejadas tan grandes como las que se registran anualmente en Nazaré, ciudad costera de Portugal, cuyas playas han sentido en más de una ocasión el embate de olas que sobrepasaban los cien pies de altura.
Las anécdotas, los récords alcanzados y las experiencias relacionadas al surf se han multiplicado durante los últimos cien años, tiempo a través del cual se han sucedido, no solo distintos modelos de tablas para surfear —largas, cortas, de madera, de foam, etcétera—, sino distintas modalidades del deporte, tales como el surf de vela o windsurf; surf de orilla o skimboard; surf de paracaídas o skite surf y otros.
Finalmente, no podemos dejar de mencionar a los duros del surf:
Kelly Slater, Mike Stewart, Laird Hamilton, et. al. Sin embargo, en la medida que las presentes
consideraciones no pretenden ser particulares, sino generales, queda para otra
ocasión la contemplación de esas estrellas.
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