Ir al contenido principal

Zorro




Qué tiempos aquellos en los que el paladín de la justicia hispana, nuestro querido gran Zorro, levantaba en alto las patas delanteras de su caballo Tornado, para mostrarnos altivo una espada brillante con la que nos invitaba a seguirlo y perseguir entre todos la injusticia, combatir los criminales y soñar anhelantes el sueño siempre asequible de conseguir la gran paz.

Hoy levanta las dos gomas frontales de su four track, un rey escuincle y flacucho llamado Charlie, que nos invita a seguirlo o mejor, a perseguirlo— para matar entre todos horas, minutos, segundos en una actividad intrascendentes y ruidosa llamada “wheeling”, con el único propósito de consumir gasolina y demostrarles a todos el mucho atrevimiento y poco intelecto que se necesita para dominar finalmente las artes vehiculares del susodicho “wheelear”.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sempiternus

Fui a la playa a contemplar la arena: semillas de aquella piedra con la que tallé tu nombre, Carmen Haddys. Antes de la forja y la ponderación de la perla. Antes de la domesticación de los océanos. Fui a buscarte, mi amor, porque estás hecha de mar y transparencia.

La razon comprometida

David Rodriguez , filosofo, no usa drogas a pesar de que lleva un lustro viviendo en Nueva York. Ahí se doctora, haciendo una revaloracion de la epistemología (filosofía del conocimiento) desde una perspectiva del lenguaje. Digo, eso creo haber sacado en claro de nuestra ultima conversación...

Lourdes Torres Camacho, In memoriam

L.T.C., febrero 1954- abril 2010 Ha muerto Lourdes Torres Camacho. Muere como amiga, hija, mujer trabajadora. A los 56 años. Muere con pocas cosas valiosas, aunque más que suficientes para una humildad tan sobria como la suya. “Humildad sobria” digo, a pesar de que ella fue consumida por una rabia que podríamos catalogar de extraordinaria. “La rabia de días y flores”, como dice la canción famosa, a pesar de que ella no aspiraba ni a la explosión ni a la fama, ni al empujón ni al dinero, sino, mire usted qué sencillo, a la vida. Nadie quería vivir tanto como ella, que se moría con orgullo, resistiendo las ganas de insultar a la muerte de frente, con un grito de locura o un beso en el centro de la sangre, de repente. No tenía miedo. Como dije, solo rabiaba por vivir, pero se murió. Yo no pude despedirme de ella como quería, aunque creo que siempre le dejé saber que la respetaba. El martes, cuando estuve con ella a solas, en su habitación de hospital, supe también que era hermosa. Pienso...