Qué tiempos aquellos en los que el paladín de la justicia hispana, nuestro querido gran Zorro, levantaba en alto las patas delanteras de su caballo Tornado, para mostrarnos altivo una espada brillante con la que nos invitaba a seguirlo y perseguir entre todos la injusticia, combatir los criminales y soñar anhelantes el sueño siempre asequible de conseguir la gran paz.
Hoy levanta las dos gomas frontales de su four track,
un rey escuincle y flacucho llamado Charlie, que nos invita a seguirlo —o mejor, a perseguirlo— para matar entre todos horas, minutos,
segundos en una actividad intrascendentes y ruidosa llamada “wheeling”, con el único
propósito de consumir gasolina y demostrarles a todos el mucho atrevimiento y
poco intelecto que se necesita para dominar finalmente las artes vehiculares
del susodicho “wheelear”.
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