(¡Sufre Eduardo Barrios!)
La historia es simple para un puertorriqueño
habituado a su familia, su universidad (no su “college”) o su historia. Siete
primos de allá me visitaron acá. Siete primos que no conocía,
aunque sabía (porque alguien me dijo) que eran “gringos”, visitaron Puerto Rico
por dos días, y yo tuve la suerte de poder compartir con ellos, quienes —repito— eran del bando de allá.
Gringos vs. “puertorros” se suponía que fuera
el nombre de esta historia, que no tuvo ni un instante de tensión, ni un
segundo tenso.
[Primera complicación: Venían porque su madre,
de 71 años, se casaba (y no precisamente a lo
Duquesa de Alba, ¡pues su esposo era mayor!)]
Raros como nosotros mismos (ante
Hispanoamérica, por ejemplo), ese tipo de “gringo” siempre me llamó la
atención. Se trataba de un espejo algo así como invertido, que me reflejaba con
otra lengua que me traía otras ideas (o acaso las mismas ideas expresadas con
otros gestos y, por diversas razones, con otras emociones).
“Los americanos” nos decían en el Hospital al
que fuimos cuando uno de ellos se rajó la cabeza. “Los que están por pasarla
bien”, pensé yo cuando los vi por primera, segunda y tercera vez.
El chiste es que siempre fuimos ellos (yo y
mis primos “gringos”) versus nosotros (yo y mis “compatriotas” dizque
boricuas). El chiste es que pronto habrá una consulta en la que se nos pregunta
a los puertorriqueños “si queremos” ser estado, y sigue siendo el chiste que
toda mi vida me han enseñando que ser “estado” es “convertirse en uno de mis
primos”.
Un gran amigo lo propuso: “Hay que dividir a
Puerto Rico por la mitad, en términos geográficos, ya que en términos políticos
lo está.” (Puerto Rico should be divided in two as an island, given now it’s
divided politically.)Mis primos tendrían que visitarme al Norte (en el Sur
viviríamos los otros nosotros: los libres).
Nos vimos todos. Hablamos, nos reímos todos.
Ninguno era más inteligente que yo. Ninguno se sentía inferior a mí, aunque (acá)
a mí me enseñaron que yo, de algún modo, era inferior a ellos, sobre todo, por (dizque)
vivir geográficamente en un lugar mucho menos “adelantado” que el de ellos. Nunca
me atreví a preguntarles qué pensaban de nuestros insípidos referéndums (¡sufre
Rubén Berrios!). Nunca se me ocurrió irme a vivir con ellos.
En Centro Médico nos tardamos siete horas (no
quiero exagerar), y el primo mío que “rajóse” su cabeza, se quejó tanto del
dolor como del mal servicio. Yo que estaba en Puerto Rico antes que él, me
había quejado antes que él, por lo mismo (prácticamente, con la misma amargura
y los mismos insípidos resultados).
En fin, que la pasamos bien…
¿El “status” político de Puerto Rico es un
problema? Sí. ¿Qué lo causa? La infamia. “Puerto Rico” (= su población
mayoritaria, de la que todos parecen dizque apiadarse, por razones que **
parecen más tácticas que otra cosa) cree que hay individuos, instituciones y
grupos de individuos que lo superan, en términos económicos (lo cual es hoy
cuestionable), morales (lo cual es inaceptable) o de "lo que sea":
No quiero seguir.
Los hombres del hambre somos nosotros, los
puertorriqueños, y estamos aquí: casi, casi, casei, casei, casey, casey, de
pie…
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