Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2014

Kenshin Battosái Himura

Esa niña que está ahí tirada no es mi pequeño hijo. ¿Qué hace en la cama de Polito? —Papá, soy yo, Polito. —¿Con una peluca? Quítatela ahora mismo. —Es para el día del amigo oriental. —¿Quién te la dio? —Misis Ume. Tan chiquito y en revoluses extraños. —Soy Kenshin Battosái Himura. —¿Quién? —¡Al ataque! —¡Polito! —Soy Kenshin Battosái Himura. —Basta. ¿Qué hace la maestra de Kínder enseñándote esas mariconerías? Salvaje. —Yo no soy un salvaje. Soy un samurái. —¿Para dónde vas? Ven acá. ¿Cómo te atreves?   Pero el niño, pequeño samurái, nunca regresaría a ese cuarto o a esa casa. Nunca volvería a enfrentar con sus poderes orientales a ese contrincante ebrio e imposible que se llamaba Papá. Su padre le había arrancado el cabello ilusionante, tan y tan duramente, que Polito apareció ante aquel hombre con un gesto combativo. Con la cabecita rapada de siempre, es cierto, y sus hombritos flaquitos, pero firme, se posó ante Hachiro Hiroto, contendiente inc

La manzana en el fondo del mar

Voy a morder una manzana azul. Había pasado más de una semana sobre aquella mesa de la cocina. No se supone que la coma. No sabía cómo había llegado hasta allí. Pero vi su forma apetecible y quise comerla, sin saber sus nutrientes, y sin haber probado jamás sus calorías. Los ojos de Alicia, un poco me dejaron ver que algún tiempo había transcurrido. Sin embargo, Alicia había comido hacía poco. Aquella hambre, aquel deseo, eran exclusivamente míos. No eran las manzanas sus frutas predilectas. Lo eran, sin embargo, los mangoes, las papayas y las piñas erizadas. ¡Ah, qué hambre la suya! ¡Ah, qué calor! No tuvo más remedio que desgarrar aquella vestimenta que apretada, envolvía su cuerpo; era la desnudez, su respuesta. Y así se abalanzó sobre aquella ensalada de sabores. “Aquella hambre, aquel deseo, eran exclusivamente míos”, se dijo Alicia. “Voy a morder una manzana azul.” “¡Jamás!”, pensó el hada justiciera, custodia de Alicia. Pero el az

Suelo

El círculo erizado, la esfera, el ansia silabeante, el centro  babeante, el anillo, el ente  erizado,  esférico, asfixiante.

La indisposición de las lechugas

De pronto Coca Cola se volvió detestable, a pesar de lo bien que combinaba con el hielo y la sed. El jugo de limón no pudo desbancarla nunca, pero sí las recientísimas preocupaciones vegetarianas por la óptima salud de nuestros cuerpos. ¿Quién que toma La Gaseosa puede acceder a ese club? Así pues, resulta que la felicidad está en el comer bien. Solo que el colérico entusiasmo del steak asado no forma parte de esa fórmula, ni el excesivo placer del arroz chino, ni siquiera el tierno pan del hambre humilde. Mientras más costoso y difícil de procesar el ingrediente, mejor. Vea usted: aceite de coco, porque olvídese desde ya del aceite de maíz (de toda la vida) para el pollo frito, y del aceite vegetal para los nuggets. Sigamos: leche de almendra, ya que la de los becerritos queda para siempre entre ellos, y en fin: quinua, pues el arroz maternal que alimentó nuestros músculos adolescente suele inflar el estómago, por más que nuestros planos vientres  (en las fotos)   se empeñen en

De ambas

Metatexto

Amnistía divina

(nueva herejía) Habrá perdón para el que no hizo nada. Para el que siguiendo a Cristo se perdió. Para Confucio, que no estaba. Para mis desintegradas cenizas y mi alma, que en la oscura materia está agotada.

Cómo escribir el futuro*

*Semblanza leída el miércoles 2 de abril de 2014 en las facilidades de Dewey University, recinto de Hato Rey, con motivo de la celebración de la Semana de la Lengua, dedicada a Pablo Alexis Santos Sánchez, M. A. Pablo Alexis nació hace algún tiempo (tiempo que aún le favorece y lo mantiene —miren cómo— saludable), y ha vivido desde su infancia en el pueblo de Cayey. Ha vivido específicamente en el residencial público Luis Muñoz Morales, apartamento número 52, cara a cara con la casa de un amigo rockero que tras su éxito musical en otras latitudes, ahora se hace llamar Erico La Bestia. No, Pablo no es rockero, pero le gusta ser amigo de la gente. Acaso desconoce, a diferencia mía, qué es una bruquena, cómo es el cantar del coquí guajón o cuán terrible es el escozor que producen las ortigas. Criado muy cercano al antiguo centro urbano de Cayey, acaso la naturaleza estuvo un poquito más presente en mi vida que en la suya. Claro, rodeado de montañas, cercano al Bosque de Carit

Alegría derramada

La alegría se derrama por la punta de las ramas de tu cabello tan bello mientras lloro yo de esa alegría, bebiéndola a borbotones como hasta ahogarme quisiera, si tuviera el control de mis sentidos, y no tú.
¿Abro o no abro los ojos? ¿Miro o no miro? ¿Pienso? ¿O me quedo frente al muro que no pulverizo? ¿Digo o no digo? ¿Hablo? ¿O me quedo callado como un dado inerte sobre el cuerpo que no habla nada más?”

No siendo inteligente tu teléfono, ¿entonces qué?

(nota: este stand up lo dejé a mitad,  qué le voy a hacer...) Teléfono inteligente. ¿O si no? Lo digo por lo de inteligente. Bueno, lo digo por lo de bruto. Yo, aunque nací en Vermont, estudié español and came here to teach. Doy clases de español en la universidad. Una de ellas. Y sé que a los estudiantes les duele, les da pavor que les vayan a decir brutos. ¿Por qué? Por cargo de conciencia. Lo que pasa es que ese cargo les da a todos... Por ejemplo, usted se levanta un día y ve la increíblemente enorme cantidad de autos que le rodean a todo vapor en derredor, y se dice “puñeta, yo ni siquiera sé donde se fabrican estos carros, ni como se llama el dueño de la Ford, ni siquiera quién carajo es Braulio Agosto; si me pasa por el lado, ni lo saludo.” Eso da cargo de conciencia. Dar por sentado que si es goya, tiene que ser bueno, qué remedio. Pero cuántos se han preguntado de dónde son los tomates de la goya. Y por qué, si son tomates, vienen nada menos que una lata. Comer tomate