(Nuevo homenaje al "roast")
¡Imposible rostizar a este Maestro! ¿Por qué? No tan solo porque lo respeto, sino también porque le profeso amor carnal.
Además, porque nunca se me borraría de la nariz
el terrible olor a cánido achicharrado de su piel
quemada.
Se trata de una piel de legítimo hombre lobo. Como
sabe todo el que lo ha visto, muchas cosas tienen en común Freddy y los lobos.
Por ejemplo, cuando no se baña, la misma peste a joyo viejo. Y cuando se
excita, el mismo portento que tienen los lobos, aunque no sé si con el mismo
sabor, porque yo nunca le he hecho una felación a un lobo, según se entiende.
Pero Freddy es un ser apacible. Es casi (casi,
casi) un santo o un budista. Si tan solo se pudiera deshacer de esos malos
pensamientos lascivos que lo acompañan a donde quiera que va, ya habría alcanzado
el Nirvana.
Sin embargo, precisamente, gracias a esos pensamientos
de macho extraviado en lupanar fue que conquistó mi alma de escritor frustrado.
Con historias como la de la vieja que se enchufa un cable por el rulo (sí, dije
rulo y no culo, para no incurrir aquí en vulgaridades); o la de la muchacha que se
toca la florcita mientras recita a cantazos La Ilíada; o la de la parejita que
graba un video porno que después encuentran sus abuelos... Todas esas historias
fueron paulatinamente convirtiéndome en un genuino enfermito dispuesto a
arrollar al que fuera, con tal de satisfacer el amor carnal que, como dije al
principio, le profeso a este enorme maestro.
¡Eskerrik asko, Irakaslea!
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