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Llanta

1. Yo atrapé al niñito con mis gigantescos brazos y lo coloqué frente al espejo. El niñito se llamaba Llanta, y era chiquitito como una bolita. Pero eso se sabe: que todos los niños son como bolitas.
2. Yo podía romper a ese niñito. Podía robármelo si lo escondía en mi bolsillo. Lo puse frente al espejo, y ahí estaba Llanta mirándome sin saberlo. Llanta miraba lo poquito que podía mirar: una silueta color real, atrapada en una superficie. Sí: como la superficie del agua, reflejante.
3. Yo lo hice para confundirlo: para que pensara que me había duplicado.Yo quería que se confundiera.“Se va a volver loco”, pensé, “Va a ser un loquito a esa edad.” Y añadí: “Se jodió” (con escalofrío) cuando su mirada al fin se enfocó, y concentró sus ojos en los míos.
3.99. Yo estaba allí parado en la otra cara del espejo, y le sonreía a la mirada triste y nueva que vi en él, de niñito listo, pero bueno.
4. Llanta salió del espejo y contempló mis ojos por un segundo, en silencio. Llanta no hablaba, pero comoquiera: se quedó callado como bebé cuando me encontró (a mí mismo) en los ojos, observándolo. Luego, yéndose casi en desbalance, volteó cuanto pudo su cabeza, para buscar a su madre tras mi espalda.
5. Su madre también se veía en el espejo, si uno bajaba la vista prácticamente hasta el suelo. Allí, prácticamente tirada, estaba su madre.
6. Y yo le decía a la cabecita de Llanta, que estaba de espaldas en el espejo:
-“Llanta, mira, mira, Llanta. Mira quien está ahora en el espejo, Llanta, mira: ¿quién será?…”

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