Los niños nos envuelven en su mundo, con su lengua e imaginario que, curiosamente, es el que nosotros le hemos entregado. La gramática me sabe áspera cuando escucho en labios de Baíto la palabra “poní”, que es como conjuga “puse” en su lenguaje inmediato. Lenguaje inmediato de niños: no dudar, no rebuscar en las palabras: decirlas. Y ante los hechos “sin nombre”, como un animal nunca visto, callar un segundo, para luego preguntar o señalar y expresarse con un “eso”. Las palabras no son un obstáculo sino al contrario: son demasiado necesarias. ¡Ay de un niño sin palabras! Ellos no se están quietos. Se mueven y hablan, trazando una línea demasiado delgada entre ambas acciones que al final son siempre una. Hablar es accionar la cuerda que abre un pedazo de mundo. Y niño que no habla es niño que no participa del juego. Es niño rechazado.
Claro que hay que esperar hasta el año, pero sólo porque no se puede hablar sin dientes. Yo no conozco a Piaget, pero dudo mucho que haya sido el más importante de los hombres. Ese será el que nos diga cómo ese lenguaje estuvo ahí cuando el niño quería comunicarse. Cómo estuvo ahí el español para el niño español y el vasco, para los chavales de Vizcaya. Eso no lo ha dicho ni Piaget ni Chomsky, tanto más que tú y que yo. Pero no importa. Lo mismo ocurre con la gestación. ¿O me van a decir que eso del cigoto, embrión y feto explica el milagro de la vida prenatal? Yo he seguido el lenguaje de Bao paso a paso. Ahora una palabra importante para él es “mío”. De la palabra ha pasado a la oración, sin haberse detenido nunca en la sílaba. La sílaba le es útil, sin embargo, cuando quiere decir “anaranjado”, que por ahora es “nanando”. De hecho, no creo que conozca más de tres sílabas consecutivas. También le dan problemas los verbos que por alguna razón se volvieron irregulares. Pero mire usted: esos también les dan candela a los adultos. Por lo demás, yo me atrevería a decir que ya está, que todo lo puede entender y en todo momento ya puede expresarse. Conoce desde hace un año el poderoso “no”, y los nombres “propios” importantes: Haddys, Yoryey, Kiara, Mamá y Papá.
Voy a leerme a Piaget, no lo dudo, pero apuesto una cena en El Bulli a que él dijo que la etapa fundamental para la adquisición del símbolo era esa por la que acaba de atravesar el Baolín: de cero a dos años. Ni siquiera el chiquitín va al baño por su cuenta, y ya regula su agenda de crayolas, bolita amarilla y parque, además de ver el gato, “arros” y bañi bañi. Voy a preguntarle a Baolín qué no entiende. “¿Qué te falta, Baolín, por entender?” Voy a escucharlo atento. Mañana les dejo saber…
Claro que hay que esperar hasta el año, pero sólo porque no se puede hablar sin dientes. Yo no conozco a Piaget, pero dudo mucho que haya sido el más importante de los hombres. Ese será el que nos diga cómo ese lenguaje estuvo ahí cuando el niño quería comunicarse. Cómo estuvo ahí el español para el niño español y el vasco, para los chavales de Vizcaya. Eso no lo ha dicho ni Piaget ni Chomsky, tanto más que tú y que yo. Pero no importa. Lo mismo ocurre con la gestación. ¿O me van a decir que eso del cigoto, embrión y feto explica el milagro de la vida prenatal? Yo he seguido el lenguaje de Bao paso a paso. Ahora una palabra importante para él es “mío”. De la palabra ha pasado a la oración, sin haberse detenido nunca en la sílaba. La sílaba le es útil, sin embargo, cuando quiere decir “anaranjado”, que por ahora es “nanando”. De hecho, no creo que conozca más de tres sílabas consecutivas. También le dan problemas los verbos que por alguna razón se volvieron irregulares. Pero mire usted: esos también les dan candela a los adultos. Por lo demás, yo me atrevería a decir que ya está, que todo lo puede entender y en todo momento ya puede expresarse. Conoce desde hace un año el poderoso “no”, y los nombres “propios” importantes: Haddys, Yoryey, Kiara, Mamá y Papá.
Voy a leerme a Piaget, no lo dudo, pero apuesto una cena en El Bulli a que él dijo que la etapa fundamental para la adquisición del símbolo era esa por la que acaba de atravesar el Baolín: de cero a dos años. Ni siquiera el chiquitín va al baño por su cuenta, y ya regula su agenda de crayolas, bolita amarilla y parque, además de ver el gato, “arros” y bañi bañi. Voy a preguntarle a Baolín qué no entiende. “¿Qué te falta, Baolín, por entender?” Voy a escucharlo atento. Mañana les dejo saber…
Comentarios
Cuanto mas te querra el Bao, cuando descubra la magia de tus palabras escritas. Ya a el le encanta navegar por las que dices.
Como acentuo aqui?