Literatura cívica: hablemos del tecato y el cuponero. Y ayudémoslos, ¡¿cómo?! Literatura proletaria: hablemos del mecánico y el empleado público. ¿Dónde están los cuentos sobre el primero? Literatura de la clase baja: hagamos el cuento del desahuciado, como en ese libro, ¿cómo se llamaba?, ¡ah!, El turno. En cuerpo de camisa fue escrito por alguien que se crió en un caserío de Humacao. ¿Y? Yo conozco y aprecio, quiero y amo, a un profesor de un caserío de Cayey. Que estudió teatro y estudios hispánicos. Y es, por igual, maestro de entrenamiento en qué sé yo qué gimnasio, y canta en una banda de merengue; visita a sus novias no sé dónde y hace EL BIEN, sin que Arthur Schopenhauer le enseñara nada pero que nada de nada.
Y bueno, iba a seguir… pero en este estilo, ¡ni Ojeda!
PD:
En San Lorenzo, el municipio sur-oriental de este armario, la gente ****** quema todos los días un carro, tira a diario una nevera por la hoya, y mata un sapo que, desafortunadamente, nunca corre a tanta velocidad como la de su homicida.
Y bueno, iba a seguir… pero en este estilo, ¡ni Ojeda!
PD:
En San Lorenzo, el municipio sur-oriental de este armario, la gente ****** quema todos los días un carro, tira a diario una nevera por la hoya, y mata un sapo que, desafortunadamente, nunca corre a tanta velocidad como la de su homicida.
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