Ir al contenido principal

El abecé de los prejuicios

#1 Medio Oriente
Vivo en Inf- Herna y mi nombre comienza con la jota. Como mi suegra se quedó en mi casa una mañana en que mi esposa dormía y mis dos hijas reposaban en el campo (santo), fui acusado de violarla, hallado culpalble (había algo parecido a semen en su abaya) y asesinado, perdón: ajusticiado a pedradas en una población cercana.

No saben con qué alegría estoy escribiendo desde el cielo estas palabras.

#2 Africa
Yo nací enferma en Maldinta. El demonio que me poseía fue más grande que el médico viejo. Más grande que mi pueblo, al cual arrasó. Pero no más grande que el gobierno, a donde acudí cuando ya no podía más, arrastrando mi única pierna e intentando no llorar, para no verter el agua que me quedaba en el cuerpo. Morí a las puertas del pueblo, bastante alejada de la sala del hospital. Pero pude ser enterrada junto a otros luego de que varios soldados con apariencia de enfermeros (no tenían sus metrallas puestas) se encargaran de nosotros.

Dios se va a encargar también de ellos algún día. Eso dicen.

#3 Latinoamerica
Mi nombre es Acansia que no está en el santoral moderno de los pueblos de América, pero sí en el nuestro de Loreto, que fue otro santo. Acansia es “hija del llanto” y por eso Dios ha querido que naciera sin manitas, aun cuando mi padre las necesitaba como ayuda para su parcela. Ni siquiera mi madre ha podido acompañarlo en su penar, porque mi madre ha muerto al darme la luz. Como me toca sufrir, seré grande.

Entonces seré mendicante hasta juntar una suma cuantiosa de dinero con la que compensaré a mi padre por todas sus penas sufridas, a causa sobre todo de mí.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Eyra Agüero Joubert

Eyra Agüero tuvo de nacimiento el enorme regalo de una patria dual. Puerto Rico la vio nacer, pero la República Dominicana le donó la sangre de sus padres. Así, hija de inmigrantes, tuvo en Puerto Rico su cuna, en Santo Domingo su familia extendida, y en el resto de Latinoamérica, una inconmensurable patria que lo mismo le contaba tradiciones folklóricas en español, que le cantaba nanas en portugués-brasileño. Entre contar y cantar trabaja Eyra, haciendo de la risa un arte (el reconfortante arte de la amabilidad), y de la voz una herramienta, o mejor, un disfraz, un elegante disfraz tras el cual esconderse, dejando solo al descubierto la hilaridad o el dramatismo de los personajes cómicos o trágicos que le toque interpretar. Pero antes de hablar de la actriz que hizo el número 5 en la lista de las 10 comediantes femeninas más queridas por el público puertorriqueño, según ha reseñado el periódico Primera Hora hace exactamente dos meses y nueve días (jueves 16 de abril

El e-mail

"Mami: Esta mañana te deposité unos chavitos en la cuenta, pa’ que veas que acá sí se puede trabajar y ganar bueno sin tener que estudiar tanto. Cómprate ropa o ponte los dientes que te partió Papi, pero no le des chavos, que tú sabes en qué se los va a gastar. Después te envío más. Estoy con prisa, te dejo. Tqm. Jay" Luego de enviar el e-mail , se quitó los guantes y la capucha, y los lanzó apresurado al interior del vehículo. Cuando terminó de rociar con carburante el auto, acomodó la laptop entre las manos de su dueño, que yacía silencioso y morado en el asiento trasero. Encendió la triste mecha. Y se marchó de inmediato, iluminado. (Cuento con el que concursé en el Certamen Mundial de Cuento Corto. Este año hubo 239 concursantes. Fui la undécima persona, de las 30 que pudieron leer su texto.)

Don José Antonio Torres Pérez, maestro de todos nosotros

  El 1 de enero de 1924 nació justo en la frontera entre la calurosa ciudad señorial de Ponce y el fr í o municipio de Adjuntas un hombre que llevaría precisamente la templanza como actitud constante ante las circunstancias diversas de la vida, José Antonio Torres Pérez. Estudiante, joven soldado, trabajador social, luego empresario diletante y siempre un egregio director escolar, Míster Torres — como mayoritariamente le llaman los adjunte ñ os —, pasó toda su corta pero intensa juventud entre las sombras y claros de la carretera 123, que él caminaba cinco veces a la semana, de la casa a la escuela y viceversa, con el entusiasmo de un atleta y la sabiduría de un pequeño sabio. Su lugar favorito era esa escuela. Allí, lo mismo que en el barrio Guaraguao donde se crio, le llamaban Toñito. Entre amigos, maestras y libros, cimentó su educación en conocimientos que aún le sirven de guía, pues no estuvieron nunca dirigidos a la simple acumulación de datos, sino a la aplicación directa en