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Las malas palabras. Parte II.

¿Por qué son malas las malas palabras? Son interesantes las respuestas que me doy, quiero decir: que encuentro. Por ejemplo, me parece obvio que todo lo “malo” es gráfico y que palabras como “cagar” y “mear” remiten directamente a un inodoro o cualesquiera sean sus facsímiles tercermundistas. Lo que no ocurre con “defecar” sobre todo porque éste, al ser más general, aplica también a otros reinos, como el vegetal, eliminando en principio toda representatividad visual. ¿O pueden imaginarse ustedes un palo de mangó cagando?

También, y sin salirnos de la lingüística, el factor social tiene muchísimo que ver con la “maldad” de las palabras. Hecho requeteque-consabido.

Además, ¿hay algo "malo" que no tenga que ver con los genitales o las heces? En fin, para no pasarme de la página, me gustaría subrayar la intencionalidad que hay detrás de todo ello. A falta de los conjuros shamánicos de otros tiempos (¿?) el individuo dice “coño”, “puñeta” como queriendo decir: “cámbiese esto”, “acábese aquello” y en algunos casos, supongo, algo peor.

Por todo lo cual, podemos concluir que el lenguaje es pobre y no posee una adecuada expresividad para cada situación. Pero eso es una conclusión tal vez apresurada, y confieso que en la medida que puedo me refiero a los que lo son, en términos de “patán”, “imbécil”, “cretino” et alii. Aparte de que existen construcciones creativas como “huelepantis”, “soplapote” y otras que, de todos modos, no se emplean en casos de verdadera violencia verbal, como ocurre con aquéllas.

Falta hablar del cambio lingüístico, que no parece afectar tanto a estas palabras, y también habría que desarrollar todos estas observaciones un poco más. Pero yo os dejo, fieles míos, que el ímpetu con que os había comenzado a escribir me abandona. Requiescat in pace.

Comentarios

Jorge Luis Rodriguez Ruiz: ha dicho que…
Las malas palabras: "pensar", "criterio", "independencia".

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