Te confieso, Ricky, que yo había dudado. Tienes mucho aún de viril, tal vez en tu barba que no se le escapa a tu rostro de Adonis, o tal vez en tu enorme cuerpo invadido tanto menos por la grasa que por la masa muscular.
Dicen que tu homosexualidad era un secreto a voces, pero qué va. Un mal gobierno es un secreto a voces, y ya ves qué pasa con el que lo acusa de ser tal. Tú con tu dinero y fama podías hacer lo que hubieses querido para esconder tus instintos, y mentirte a ti y a los demás. Hubieses podido tener siete novias de alquiler.
Has optado sin embargo por decir la verdad, al parecer para darles a tus hijos un legado honroso, lejos de las apariencias. “Si el hombre pudiera decir lo que ama”, comienza un poema de Cernuda… quién sabe con qué llanto alegre él habría leído esa tu carta, profunda, sincera, inteligente y recia, en la que has dado a todos tu más pura canción de honestidad.
Pienso en la fallida pero siempre controvertible ley 99, y los muchos empeños que a favor y contra de la misma se realizaron (o mejor, se sufrieron). ¿Por qué se empeñaron tantos señorones en tratar de instituir el matrimonio entre hombre y mujer? Más aún: ¿cómo es que prefiere el deshonesto la rastra al aplauso, el paso a la marcha, la sangre cuajada a la palpitación del latido?
El momento de hacer las declaraciones, dices tú, era ahora y no antes. Después de una larga carrera afanosa, después de un triunfo en realidad descomunal, y sin embargo, al inicio de un “crecimiento espiritual”, es decir, de un cambio en el entramado invisible de convicciones, actitudes y anhelos que conforma nuestro espíritu. Nadie duda de que habías estado buscando la paz interior. Lamentablemente, no todos aplauden este gigantesco paso que has dado para conseguirla realmente.
Te dejo, Ricky, imagino que estarás ocupado. Si no te he dado las gracias, aprovecho y lo hago. Por haber actuado a favor del hombre y no la estrella-pop, gracias. Por preferir la sinceridad a la pose, gracias. Por los años de trabajo, por el empeño de tu Fundación y claro, por todas las canciones tuyas que guardo aquí en el recuerdo y me ayudan a pasar ligero por sobre las horas de mayor ansiedad, “Gracias por pensar en mí” y en todos. Hasta siempre.
PS: ¡Sufre Miguel Bosé!
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