Buenas noches. Estoy aquí en representación de la organización Tótem Boricua, encargada de promover el aprecio por nuestros orígenes históricos más remotos. Gracias a nuestras investigaciones, hemos descubierto que un antepasado nuestro pudo haber influido bastante en el pensamiento de Confucio. En realidad, no se trata de un antepasado de nosotros los puertorriqueños, sino de nuestros antepasados los arahuacos. Pero esto a fin de cuentas importa poco. No olvidemos —por ejemplo— que a Confucio tampoco se le conocía por “Confucio”, sino por “Kongzi”, como le llamaban sus discípulos, en particular, y el enorme pueblo chino, en general. La expresión mandarín “Kongzi” equivale en español a la frase “Maestro Kong”, según una enciclopedia que nunca pudo imaginar el sabio chino y que se llama Wikipedia. Claramente, de “Confucio” a “Maestro Kong” hay que nadar un buen rato; sin embargo, sepan que no tanto como lo que tuvo que nadar nuestro aborigen, desde aquí: de Borikén, hasta Qufu, donde vivía el sabio chino, para influenciar su pensamiento y, sobre todo, para aparecer en esta historia que es precisamente, la orgullosa historia de nuestros orígenes boricuas ancestrales. Aunque no se conserva el nombre de este indio, sí sabemos que Confucio lo llamó “Yuan-qin” en una de sus famosas “analectas”; frase que también podrían cotejar ustedes en Wikipedia, y que traduce al español como “pariente lejano”... Por tanto, tenemos tres poderosas razones para pensar que Confucio adoptó de algún modo algunas de las ideas de este “boricua lejano”. La primera es un epigrama de este sabio que dice: “Si quieres lo mejor de la gente, sé buena gente.” La segunda es que a este ancestro boricua, “Yuan-qin”, lo mencionan —como ya dije— en el libro de Confucio; y la tercera razón por la que este tatarabuelo de nuestros tatarabuelos arahuacos, pudo efectivamente haber influido en el pensamiento de Confucio es que, a diferencia del enorme pueblo chino, él le decía al Maestro, “Papi Kong”.
Eyra Agüero tuvo de nacimiento el enorme regalo de una patria dual. Puerto Rico la vio nacer, pero la República Dominicana le donó la sangre de sus padres. Así, hija de inmigrantes, tuvo en Puerto Rico su cuna, en Santo Domingo su familia extendida, y en el resto de Latinoamérica, una inconmensurable patria que lo mismo le contaba tradiciones folklóricas en español, que le cantaba nanas en portugués-brasileño. Entre contar y cantar trabaja Eyra, haciendo de la risa un arte (el reconfortante arte de la amabilidad), y de la voz una herramienta, o mejor, un disfraz, un elegante disfraz tras el cual esconderse, dejando solo al descubierto la hilaridad o el dramatismo de los personajes cómicos o trágicos que le toque interpretar. Pero antes de hablar de la actriz que hizo el número 5 en la lista de las 10 comediantes femeninas más queridas por el público puertorriqueño, según ha reseñado el periódico Primera Hora hace exactamente dos meses y nueve días (jueves 16 de abril
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