Ir al contenido principal

Músico de profesión


Quince años lleva Héctor Meléndez trabajando para la música, de la única manera en que un talentoso pero humilde guitarrista como él puede hacerlo. Es decir, colaborando con otros músicos y cantantes nacionales (como Danny Rivera, Belén Cardona, Andy Montañez, Fernando Ferrer y Calle 13) e internacionales (como Chichi Peralta, Pavel Núñez, Luis Díaz, Johnny Méndez y Deborah Brum), simplemente para laborar en la única tarea que logra calmar un alma tan intensa como la suya.

Luego de esa larga trayectoria aparece su primer disco, Báilalo: disco que recoge todas sus influencias y experiencias sobre todo tipo de escenarios (clubes, conciertos, fiestas públicas, etcétera), y que se presenta como una producción original, con composiciones y arreglos propios, pero sobre todo, con un virtuosismo evidente que se esconde —por humildad— detrás de los ritmos populares que aparecen a lo largo del disco.

Héctor no quiere sorprender a nadie con su enorme talento: lo que quiere es poner a la gente a bailar, como les ordena desde el título mismo de su producción. “Báilalo” es una orden y a la vez un consejo para aquellos que no sepan cómo disfrutar de este importante disco que tanto aporta a la música popular independiente de hoy en día, en Puerto Rico. Claro que hay algunas canciones que se pueden disfrutar en silencio, mientras se comparte una cena o una tertulia sosegada con los seres queridos; sin embargo, el disco está pensado para su representación en vivo. Por eso aparecen constantemente los ritmos salseros y, más que ningún otro, los ritmos brasileños, los cuales son la máxima influencia que muestra Héctor, tanto a nivel de instrumentación como de composición y ejecutoria.

Si tuviéramos que describir este disco con una sola palabra, esta palabra sería “profesional”. No solo porque el disco está bien grabado y recoge una voz y una instrumentación sumamente claras, sino porque todos y cada uno de los detallas han sido pensados con la lógica musical de un experto. Tanto para el conocedor como para el principiante; tanto para el coleccionista exigente como para el público que solo quiera divertirse, Báilalo agrada, sorprende y explica por qué, a pesar de la poca proyección pública que ha tenido Héctor Meléndez durante los pasados años, ha sido la clave perfecta detrás de éxitos tan conocidos como “El amor”, de Tito El Bambino, y “Beso en el desayuno”, de Calle 13.

En una oración: “Héctor Meléndez, virtuoso al servicio del público bailador.”

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Tremendo! No sé si lo baile, pero de seguro lo disfruto...

Entradas populares de este blog

Sempiternus

Fui a la playa a contemplar la arena: semillas de aquella piedra con la que tallé tu nombre, Carmen Haddys. Antes de la forja y la ponderación de la perla. Antes de la domesticación de los océanos. Fui a buscarte, mi amor, porque estás hecha de mar y transparencia.

Freddy Acevedo Molina, "Teatro Vulgar" y casi todos los orgasmos que usted quiera

1.       Freddy Acevedo representa en su teatro lo que él quiere ; no lo que el público quiere, ni muchísimo menos, lo que el crítico quiere. Su teatro es modelo ejemplar de libertad; de voluntad domesticada a fuerza de imágenes requete-entramadas coherentemente, unas sobre otras.   2.       Su teatro es una especie de espontaneidad pensada.   3.       Y de la libertad con que lo escribe es que saca Freddy la alegría para (re)presentarnos en escena sus largas, flacas y peludas extremidades.      4.       Cuatro obras componen Teatro Vulgar : “Las sombras desenchufan”, “Cráneo azul in the Yellow House”, "Clue" y "El sex tape de Milo y Olivia".   5.       Se trata (el libro) de una auto-publicación facilitada por la compañía-editorial Trafford Publishing, que ha tirado en este caso un libro de esos blanditos, que se pu...

Lourdes Torres Camacho, In memoriam

L.T.C., febrero 1954- abril 2010 Ha muerto Lourdes Torres Camacho. Muere como amiga, hija, mujer trabajadora. A los 56 años. Muere con pocas cosas valiosas, aunque más que suficientes para una humildad tan sobria como la suya. “Humildad sobria” digo, a pesar de que ella fue consumida por una rabia que podríamos catalogar de extraordinaria. “La rabia de días y flores”, como dice la canción famosa, a pesar de que ella no aspiraba ni a la explosión ni a la fama, ni al empujón ni al dinero, sino, mire usted qué sencillo, a la vida. Nadie quería vivir tanto como ella, que se moría con orgullo, resistiendo las ganas de insultar a la muerte de frente, con un grito de locura o un beso en el centro de la sangre, de repente. No tenía miedo. Como dije, solo rabiaba por vivir, pero se murió. Yo no pude despedirme de ella como quería, aunque creo que siempre le dejé saber que la respetaba. El martes, cuando estuve con ella a solas, en su habitación de hospital, supe también que era hermosa. Pienso...